viernes, 30 de marzo de 2018

Turista que huye de ciudad llena, llega a playa atascada; "es lo mismo, pero no es lo mismo", afirma.

Agapito Melorto es uno de tantos mexicanos que decidió aprovechar estos días de asueto de Semana Santa para escapar del bullicio de la Ciudad, el cual ya no aguanta, pues es terrible el calor en el metro, en los camiones, y el tráfico tan horrible en las avenidas y calles de esta gran capital.



El buen Agapito salió con su Tsuru '97 con destino a una paradisíaca y tranquila playa; a la mera hora, agarró y trepó a toda su familia y se fueron como alma que lleva el diablo hacia la carretera; como es tradición mexicana, Agapito no cargó gasolina primero "pues sí llego, no hay bronca"; en su afán de no ver por unos días el tráfico de la Ciudad, se encontró con el tráfico antes de pasar la caseta; "no hay bronca, nomás pasando la caseta ya nos vamos de volada", se decía a sí mismo, al igual que los otros miles de vacacionistas varados en la autopista.

Tres horas se tardó para pasar la caseta, y al atravesarla, se dio cuenta de que el tráfico seguía; "no pasa nada, ya después de Tres Marías, de volada", cuando, para su sorpresa, sus hijos empezaron a decirle que tenían hambre; el buen Agapito les dijo que se aguantaran, que ya al ratito llegaban, y que se imaginaran en la paradisíaca playa, con poquísima gente, tomando agua directamente de un coco y y un coctelote de camarones, cada camarón del tamaño de una langosta, con su "capsu" y sus galletas saladitas.

Ante la insistencia de sus vástagos, Agapito tuvo qué comprar unos cacahuates que vendían unos vendedores oportunistas que aprovecharon el atasco carretero para hacerse de dinero, por la módica cantidad de $20 la bolsita de cacahuates que normalmente cuestan $5 en los peseros; mientras, los hijos y la señora veían a la distancia un Oxxo pero como iban en el carril "de alta", no se podían acercar para comprar aunque sea unos lonchibones.

Tras 12 horas en un trayecto que normalmente toma de 6 a 8, llegaron a la playa, en donde infructuosamente buscaron un hotel, y tuvieron qué hospedarse en su fiel Tsuru, el cual, por cierto, a medio camino se quedó sin "gas" y el pobre Agapito tuvo qué comprarle a otro paseante harto de que el gobierno nos robe, un poco de combustible por la módica cantidad de $30 el litro.

Una vez instalados en su fiel carrito color vino, decidieron disfrutar de la playita, la cual estaba peor que Pantitlán en hora pico; como pudieron, se acomodaron todos en el único cachito de playa que quedaba (como a 300 metros del mar) y se acomodaron en una sola toalla, porque eso es lo que les permitieron ocupar los otros vacacionistas.

Nuestro equipo de reporteros casualmente entrevistó al buen Agapito, a quien le preguntó que qué chiste tuvo salir de la Ciudad para huir del tráfico, de la sobrepoblación y la contaminación, si se enfrentó al tráfico de la carretera, a una playa llena de gente y de basura, y mucho, muchísimo ruido.

"No pos, ire, sí es lo mismo pero no es lo mismo, ¿sí me entiende? lo que pasa es que ire, este, en la ciudá, o sea, allá pos es diferente que aquí, y aquí, o sea, pos así, ¿verdá?", nos respondió, mientras sus tres chamacos se peleaban por una bolsa de papitas que les habían vendido en $50.

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