Recientes excavaciones en la ciudad de Belén por parte del INAH (arqueólogos que se perdieron y creían que estaban en Teotihuacán pero acabaron en Medio Oriente, quién sabe por qué) han sacado a la luz una verdad muy incómoda sobre todo para quienes gustan de oir villancicos tradicionales navideños, y en este caso le tocó al tradicional tono conocido como "El niño del tambor".
El villancico tiene un tema un tanto escatológico, esto se nota desde el momento que se utiliza la palabra "zurrón". Se ha descubierto que el niño del tambor era un menor de edad que, en el momento del nacimiento, andaba por ahí buscando un lugar donde "tirarle el puro al cachetón", pero había demasiada gente por el gran acotecimiento que estaba por darse en el pesebre; decidió mezclarse entre los visitantes y simuló regalar su tambor, y según la canción, se da a entender que encontró un lugar donde "cortarle la cola al saiyajin" y justo en ese lugar es donde comenzó a romper el producto de ese acto.
Dicho suceso se dice en la parte de la canción que pone "Rompo popó, rompo popó", y es una creencia que se ha mantenido durante milenios. Sin embargo, el equipo de arqueólogos mencionado más arriba, descubrió que el niño del tambor, al terminar de satisfacer su necesidad fisiológica, no rompió el producto de la misma, sino que simplemente se paró y se fue (pero no se limpió); la evidencia son unos coprolitos (excremento petrificado) que tienen una edad aproximada de 2017 años, los cuales se encuentran enteros y para nada rotos ni aplastados.
Al conocer esta evidencia, muchos compositores se han resuelto a adaptar la letra de la canción para ya no hacer mención a la rotura de popó.
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