viernes, 24 de abril de 2020

Por cubrebocas, millones descubren que les apesta el hocico

El Coronavirus es un asunto serio, amiguitos del bosque, sin embargo, no hay mal que por bien no venga, y en este caso, una de las medidas que ayuda a evitar contagios también ha logrado hacerle un favor a la humanidad.



Todos tenemos un cuate o cuata que, tan sólo abrir la boca, exhala un aroma en particular que nos hace recular un poco, y para colmo, este amiguito es de esas personitas que le encanta hablar y hablar, y lo peor de todo es que pareciera que, con eso de que "el aire es gratis", inhala por la boca y también emite grandes, y esto es en serio, GRANDES bocanadas de aire a velocidades mayores que la del huracán Katrina. 

Como no queremos ser mala onda, no le decimos "oye, te apesta el océano"; si acaso escuchamos pacientemente y nos llevamos la mano a la cara como haciendo "qué interesante", o "qué barbaridad", pero en realidad nos estamos protegiendo de tremendo cóctel de bacterias y fermentos de comida no removida de los dientes o molares, si acaso (y si tenemos), le ofrecemos un chiclito o una menta, que nos rechaza amablemente "pues se le pican los dientes con el dulce". El caso es que por buena onda nos tenemos qué soplar no sólo su discurso, sino su hálito de mil tumbas abiertas.

Afortunadamente, y según expertos en crucigramas y sudokus, la medida del cubrebocas durante la cuarentena por Coronavirus ha hecho que millones de estas personitas se den cuenta que su higiene bucal no es la más mejor de las mejores. Según los 100tifikos, estos amiguitos pasan por diferentes etapas:

-Se ponen un cubrebocas y lo llevan todo el día, pero en una de esas, comienzan a sentir un "olor feo" y piensan que es el cubrebocas el que apesta. "Qué raro, si es nuevo", piensan, o creen que es por haberlo comprado en una farmacia chafita.

-Se dan cuenta que ya no tienen el "efecto baygón", el cual era acercarse a su grupo de amigos o conocidos, empezar a hablar y darse cuenta que todos empezaban a huir. Ahora, con el cubrebocas puesto, notan que sus amigos o interlocutores se quedan ahí sin poner pretextos de "me tengo qué ir, dejé los frijoles en la lumbre". La Sana Distancia tiene algo qué ver, también.

-Se preguntan por qué ahora la gente no les huye tanto, y después de probar muchas marcas de cubrebocas, por fin descubren que la fuente del "apeste" es su propia boquita de fresa. Aquí pueden actuar de una de dos maneras distintas: O aceptan que les hiede el océano, y comienzan a mejorar su higiene bucal o a ver si tienen alguna condición que les cause halitosis, o aplican la de "no hay pedo, si nomás me tapo la boca y no la nariz, no me va a llegar el olor feo...del cubrebocas".

Cualquiera que sea el escenario, la medida del cubrebocas ha ayudado a evitar estas situaciones incómodas. También de acuerdo a los expertos, muchos de los que leerán esta nota dirán "sí a guebo, pinshis puercos, que se den cuenta, lo bueno que no es mi caso, bendito sea dios". Pero, como consejo de cuates, y si tu cubrebocas huele feo, échate un chiclito aunque sea.


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