Don Alberto Pérez, oriundo del municipio poblano de Tlaxcala, lloró de felicidad al ver cómo, tras varias décadas de haberlo deseado, por fin llegaron las primeras escaleras eléctricas de la entidad.
Cuenta Don Beto, como le llaman en su barrio, que estaba sentado afuera de la tiendita (una de las 12 con las que cuenta todo el municipio) cuando en eso llegó Jacinto, su joven vecino, gritando, "¡Don Beto, Don Beto, ya tenemos escaleras!" a lo que Don Beto le contestó "no me andes vacilando, Jacinto, si escaleras tenemos desde hace siglos".
Jacinto tuvo qué aclarar que se refería a escaleras eléctricas, cosa que Don Beto no fue capaz de creer al principio. Después de que Jacinto le explicó cómo estaba el asunto, Don Beto se soltó a llorar de alegría, y ante la pregunta de Jacinto de si estaba llorando, Don Beto le contestó "No lloro Jacinto, lo que pasa es que se me metió un peloncito en el ojo, como en 1988".
Al igual que Don Beto, los habitantes de Tlaxcala con mayor edad ven con lágrimas de alegría cómo poco a poco su estado se integra cada vez más en la vida social y tecnológica del resto del país.
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